La última ciudad de arte que me quedaba por visitar y quizá una de las menos conocidas comparándola con otras como Brujas, llena de turistas todos los días del año. Malinas está a 25 minutos en tren de Bruselas y muy bien comunicada con Amberes, Lovaina o Gante, lo que la convierte en un destino idóneo para visitar en el día o incluso para pasar un fin de semana allí.
Tiene el encanto de las pequeñas ciudades de Flandes, empezando el recorrido a pie desde la Grote Markt con la impresionante Torre de San Romualdo en dirección hacia el canal, puedes ver dónde se comerciaba antiguamente con productos traídos en barco desde otras ciudades y si te fijas verás alrededor tres llamativas casas que datan de los siglos XVI y XVII, con cuidados relieves y pinturas en la fachada y ventanas.
Si continúas hacia el centro de la ciudad verás el Beaterio de Malinas, de gran extensión ya que era una ciudad dentro de la ciudad, con su propia panadería, cervecería, iglesia y hospital. Mientras caminábamos por allí unos amigos y yo, nos encontramos con un señor español, residente en Malinas, que nos explicó amablemente la historia de esas tranquilas callejuelas Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Tras la explicación, nos dirigimos hacia la Veemarkt para buscar un sitio donde comer y refugiarnos un poco de la lluvia, ya que el día no acompañaba mucho para hacer turismo. Aún así no nos quisimos perder el paseo al lado del canal, llamado Sendero de Dijle. Caminando por encima del canal, se ve una perspectiva totalmente distinta de la ciudad y de las fachadas de las casas antigua, muchas de ellas con embarcadero propio. Muy recomendable, sobre todo en verano. ¡Ah! y no te olvides de probar la Gouden Carolus, la cerveza típica de la ciudad