Dice mucho de una sociedad el cómo trata a los animales.
La sociedad flamenca, además posicionarse abiertamente a favor de la ideología animalista, incorpora pequeñas acciones a su día a día que lo reafirman.
Que me visitara mi “hermanito” Rocky hace unos días, fue de las mayores alegrías que me podían dar. Saber que juntos íbamos a explorar mi Bélgica me emocionaba aún más que un gofre belga. Así que, en cuanto llegó, nos pusimos manos a la obra y paseamos por cada uno de los canales de Brujas, tomamos mil fotos del casco antiguo de Gante, disfrutamos de un atardecer en Malinas e incluso nos fuimos de compras por Bruselas.
Evidentemente no hubiéramos podido caminar tanto sin reponer energía. Y es que os tengo que decir que a ambos nos encanta comer… Así que cada dos horitas parábamos a picotear algo por alguna calle o placita flamenca. Yo tomaba mi “Organgina” y a Rocky le ponían su agua. Y luego… Una cosa llevaba a la otra y… ¡A comer!
Durante los cinco días que estuvo aquí Rocky, ningún restaurante puso ninguna pega para que entrara. Sorprendente. Ni los elegantes, ni los más básicos. Todos lo recibían con las manos abiertas, una sonrisa, palabras bonitas y un bol de agua especial para mascotas. Y no solo en restaurantes… También en la mayoría de tiendas, supermercados y hoteles.
La verdad es que la semana fue mágica, y nunca había visto a Rocky tan bien aceptado y tan feliz.