Malinas, en la provincia de Amberes, es sin lugar a dudas una de las joyas flamencas que más desapercibida pasa. Su tamaño y posición en el mapa le juegan una mala pasada, ya que está rodeada de ciudades increíbles como Bruselas, Amberes o Lovaina. Pero si tienes la suerte de dejarte caer por ella sabrás enseguida porqué tantos belgas la eligen como alternativa a las grandes ciudades.
Vista del puente Hoogbrug de Malinas desde la pasarela flotante del río Dyle.
Como mencionaba en mi artículo de presentación, llegué a Flandes hace ya cinco meses. Los primeros días los pasé en un hostal cerca de la estación por motivos que os contaré en mi siguiente publicación (¿buscas alojamiento en Malinas? ¡Atento!), y sin embargo el primer día ya había salido de mi burbuja para recorrerme la ciudad de norte a sur.
Uno sale a comprar pasta de dientes y se queda embobado mirando las espectaculares fachadas tradicionales. Sigue caminando y se encuentra con Kruidtin (jardín botánico en Neerlandés) y el aire mágico que en él se respira. O con el canal que lo delimita, sus puentes y su pasarela flotante. Luego, cuando menos te lo esperas, giras una esquina y allí la encuentras: la imponente catedral de San Rumoldo de Malinas. ¡Con esas calles tan estrechas realmente no te esperas un edificio tan imponente!
Catedral de San Rumoldo de Malinas al atardecer.
Y claro, habiendo visto eso ya no sabes qué más esperar, ni por dónde seguir. En poco más de 15 minutos la ciudad te ha dejado claro una cosa: que es pequeña pero matona. ¡Pobre de la gente que solo tenga un par de horas para disfrutar de ella! El patrimonio de una ciudad como esta merece ser compartido, por eso durante estos meses intercalaré artículos sobre el patrimonio de otras ciudades con artículos sobre el de Malinas. Te lo aseguro, ¡no podrás aguantarte las ganas de venir a verla!