Por razones obvias, esta es mi tercera navidad en Brujas.
Calles iluminadas, tiendas adornadas hasta límites inimaginables, más abetos que en los Pirineos, coros cantando villancicos, su chocolate caliente, más música y mucho rojo. Y es que Navidad y Brujas siempre han sido íntimas amigas, con una relación tan especial que con este maldito virus solo se ha podido hacer más fuerte.
Este año, nos hemos quedado sin mercadillo navideño, sin villancicos en las plazas y sin los espectáculos de luz y color que cada noche adornaban la ciudad. Tampoco tenemos la pista de patinaje sobre hielo en la que año tras año nos convencíamos de que habíamos mejorado nuestros dotes de patinaje. Esos dotes que evidentemente no éramos capaces de demostrar después. Nuestra parada favorita de vino caliente este año tampoco va a poder estar.
Y aquí estamos, sin villancicos, sin mercadillos, sin patinaje y sin vino caliente. El virus nos ha arrebatado cosas que llevábamos meses esperando, pero no ha logrado quitarnos lo más importante: la magia. Y es que Brujas no es un concepto, un tópico o un monumento. Brujas es esencia y espíritu. Que puede que falten los mercadillos y que el Markt este más vacío de lo normal, pero seguimos tenido lo que de verdad hace especiales las navidades aquí: su gente. Esa que hace que hasta el Grinch más verde encuentre difícil no sentir el espíritu navideño.
Como dijo Ana Frank en su día, “vendrán tiempos mejores”, pero esta Navidad no nos la quita nada (y menos un virus).
1 comentarios
Que gozada!!! Hojala pueda visitiar Brujas pronto