Ha llegado el momento. Toca hacer maletas, recogerlo todo y despedirse de la gente. No me puede dar más pena irme de Bruselas. Ha sido una experiencia increíble, cinco meses de los mejores de mi vida. Pero toca volver a casa, lo cual también me apetece. Es mucho tiempo si ver a la familia y los amigos. Pero para qué nos vamos a engañar, pasaría el verano en España y volvería a Bruselas. Aunque cierto es que si viviésemos constantemente en el Erasmus perdería su esencia. Así que lo mejor es quedarse con lo vivido, llevar todos esos recuerdos en la memoria, aprender, crecer. Porque si algo te enseña el Erasmus es a crecer como persona. Te ayuda a madurar, a manejarte solo en otro país, te incita a conocer gente fuera de tu círculo, a hablar otros idiomas, pero sobre todo a disfrutar. Han sido cinco meses en los que no he parado de disfrutar, día a día. Cada día una cosa nueva, cada día un nuevo plan. Cuesta volver a la rutina, pero es lo que toca, porque como ya os digo, no se podría vivir siempre así.
Gracias a Bruselas por acogerme como me ha acogido estos meses. Probablemente un Erasmus en otro sitio también hubiera estado bien, pero seguro que no hubiese sido lo mismo. Me llevo grandes amistades, grandes recuerdos que guardaré toda la vida. Salgo tras cinco meses enamorada de Bruselas y de su gente. Y sin duda con la idea de que volveré muy pronto. Gracias.